La sojización, el saqueo de las riquezas naturales y las megaobras energéticas. Los límites del neodesarrollismo y el proyecto de país que podemos construir.
Aparecida en la revista Cambios Social, no. 10 [ver más]
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A 10 años de 2001… muchas deudas pendientes
Los límites del neodesarrollismo y el proyecto de país que podemos construir.
Por el Centro de Estudios para el Cambio Social / cecsodeargentina.wordpress.com
A 10 años de la rebelión de 2001 se reactualiza el debate sobre el proyecto de país. La crisis del neoliberalismo abrió paso a una nueva etapa que –sin embargo – no cumplió con las expectativas de cambio social que el pueblo trabajador demanda desde aquel momento. La recomposición de las clases dominantes en lo político tuvo su reflejo en la consolidación del país creado a través del proyecto neoliberal: el neodesarrollismo kirchnerista nació para reproducir de manera ampliada las bases excluyentes de un modelo de saqueo de las riquezas naturales y precarización extendida del trabajo y la vida.
Lo anterior no significa que no haya habido cambios en una década, o que el kirchnerismo sea simplemente más de lo mismo. Por el contrario, los grandes cambios en lo socio-económico y en las políticas del Estado, son expresión de todo lo que cambió en Argentina a partir de la crisis de la Convertibilidad; pero también de lo que se consolidó a través del cambio.
El proyecto neodesarrollista del kirchnerismo terminó de conformar un país montado en la ola del auge de las commodities. La sojización del agro y la agroindustria, el saqueo de las riquezas naturales a través de la minería a cielo abierto y las mega-obras energéticas son la base de un modelo económico lanzado a la producción de materias primas e insumos para alimentar el ciclo global del capital dominado por las grandes transnacionales. Por su parte, el peso creciente de la relación con Brasil y China (o –más precisamente- con sus empresas transnacionales) no altera la ecuación: el proyecto del kirchnerismo es insertar a la economía argentina como un eslabón periférico y subordinado en el capitalismo global posneoliberal.
A pesar de ello, los límites de ese proyecto comienzan a ser cada vez más evidentes:
(1) El aumento del empleo no permite eliminar la pobreza y la exclusión de cerca de un tercio de la población. La precarización del empleo sigue extendida a más de la mitad de la fuerza de trabajo y ello conduce a bajos salarios y malas condiciones de empleo: el 40% de los trabajadores tiene remuneraciones por debajo del salario mínimo y 50% de los asalariados en el sector privado están en negro.
(2) La industrialización –que es presentada como la panacea para terminar con todos los males del capitalismo argentino – encuentra rápidamente un límite: el PBI industrial no lograr superar el 20% del valor agregado total. En paralelo, a pesar de los subsidios, el dólar alto y la super-explotación de la fuerza laboral, las ramas manufactureras del capital son cada vez más deficitarias en su comercio exterior.
(3) La redistribución del ingreso choca contra el poder de las grandes corporaciones y la complicidad estatal. La inflación de 25% anual desde hace 4 años – toda la última gestión kirchnerista – impide el aumento en el poder de compra de los salarios y el aumento en la participación de los ingresos de los/as trabajadores/as. El fifty-fifty en el reparto se aleja cada vez más.
(4) La expansión de la renta agraria y minera alimenta la especulación inmobiliaria y en los alimentos, lo que hace aumentar artificialmente el precio de la tierra, desplazando a los pequeños productores y expulsando al pueblo trabajador de la vivienda digna. Simultáneamente, la soberanía alimentaria es puesta en riesgo.
(5) Las políticas sociales y previsionales mantienen un carácter puramente compensatorio, arbitrario, fragmentario y con el objetivo de contener – sin resolver plenamente – las demandas populares. El derecho universal a la seguridad social integral y los servicios sociales básicos (salud, educación, hábitat) está fuera del horizonte del neodesarrollismo.
(6) La política fiscal sigue sin gravar las fuentes de renta (agraria, minera, financiera, inmobiliaria) y los ingresos suntuarios (de los ricos). El superávit fiscal se mantiene como un objetivo primordial a los fines de sostener el pago de la deuda pública.
Estos límites se verifican aún frente a una coyuntura internacional favorable a los países periféricos. Es probable que en el marco de una crisis en los países centrales –que presenta tendencias a profundizarse – las restricciones al proyecto neodesarrollista se agudicen, aunque ello no implique grandes cambios a corto plazo.
Sin embargo, la situación internacional abre un campo para plantear alternativas. Los sectores dominantes están buscando profundizar un modelo de desarrollo capitalista subordinado a las potencias sub-imperiales (Brasil, China) siendo el Unasur (Unión de Naciones del Sur) el marco institucional de ese proyecto. En ese camino se orientan la multiplicación de acuerdos con el gobierno chino –que en los hechos suponen un intercambio desigual de tierra/agua/soja argentina por inversiones directas chinas en nuestro país – o el avance del IIRSA (proyecto de infraestructura regional apoyado por el BID y el Banco Mundial) que busca garantizar la provisión de energía e infraestructura de transporte para el lanzamiento del Brasil como potencia económica global. Las nuevas instituciones regionales, como el Banco del Sur, buscan consolidar un blindaje contra las turbulencias internacionales pero no cuestionan el rol de la región en el mundo como proveedor de riquezas naturales. El neodesarrollismo argentino es perfectamente compatible y complementario con el camino elegido: los proyectos oficiales de ley de tierras, la orientación de la mayor parte de las líneas de crédito y financiamiento de proyectos de ciencia y técnica a las grandes empresas, y los programas de desarrollo productivo de mediano plazo (como el recientemente anunciado “Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial”), sólo pretenden consolidar la competitividad de la plataforma agro-industrial argentina y no apuntan, más allá de la grandilocuencia discursiva, a resolver los problemas del pueblo trabajador de manera directa.
La alternativa supone caminar una integración regional que coloque al ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) como eje y que oriente la nueva arquitectura institucional (Banco del Sur, moneda regional Sucre, etc.) para estructurar una articulación regional de base solidaria y complementaria. Esto debería orientarse a permitir a todos los países de la región comenzar a desandar la huella del neoliberalismo, avanzando en un proyecto posneoliberal con tendencia socialista. Una estrategia de integración regional en tal sentido permitirá encaminar un proyecto que supere los límites del neodesarrollismo y servir para iniciar una transición hacia un desarrollo no capitalista.